jueves, 30 de junio de 2011

Reencuentro con Manzanas

(texto producido para el taller de escritura literaria con el maestro Eliseo Carranza)

Se abrió la puerta. Levanté la mirada. Apenas noté su cabello flotar, la perdí tras los cajones de fruta. Me acarició el instinto y, dejando mi trabajo, la busqué. Me deslicé entre anaqueles, acechante. Como a un cigarrillo, quería inhalarla sin razón coherente. Me entendí al verla frente a las manzanas. Tomó una bolsa y pude ver sus manos. Eran escasas y tempestuosas, como las de Lucía, mi primer y gran amor. No la ha borrado el tiempo; su pincel la difumina, la perfecciona, la diviniza.
Evocando el perfume de Lucía, seguí observando. Su cabello iluminaba mi tienda, sus manos endulzaban mis manzanas. Al moverse, cortaba el aire y de pronto asomaba desnudo su cuello de cal. Cerró la bolsa y se alejó rodeando las naranjas.
 Aquí la espero, junto a las mandarinas. Escucho sus pasos. Sostengo el aliento. Temo que al verla, vea los ojos de Lucía. Espero.
Los tengo de frente y me apagan la voz. Allí está, y en sus manos, mis manzanas. Tengo su nombre enredado en la lengua. Abro la boca. Intento verterlo.
—¡Lucía!— Me hielo y su cuerpo se vuelve.
Adivino su sonrisa, y la veo abrazar al hombre que la llama. Toma su mano. Se abre la puerta. Bajo la mirada. Resurgen la música y el barullo. Sólo queda un poco de su perfume, y en el suelo, mis manzanas.


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