miércoles, 29 de junio de 2011

Diario del Santo "el enmascarado de plata"

(Texto producido para el taller de Escritura Literaria con el Maestro Eliseo Carranza)
1 de Junio de 2011. Apoyando en Monterrey.
El Santo siempre está listo. Aquel día no fue la excepción. Debía ir a la colonia Independencia, nido de criminales. Tenía que salvar la ciudad. Era mi deber.
Conduje a gran velocidad pero, tras poco tiempo, quedé embotellado en Morones Prieto, una avenida local. Nadie me explicó las rutas, sólo restaba esperar. El calor de Monterrey me pesaba: cuarenta grados y yo, con máscara y sin capota. Aquello había sido un error. De pronto vislumbré algo de esperanza: el tráfico terminaba adelante, en un filtro policiaco.
Alcancé a los oficiales. Tras verme, se miraron, desconcertados. Me pidieron que me detuviese y que descendiera del auto. “Al fin”, pensé, “la justicia”.
—Buenas, joven— me dijo el uniformado —. ¿No sabe que no puede andar circulando así?—soltó irónico y serio.
Al parecer, como me explicó, la máscara causa miedo y confusión, además que en público hay que usar siempre camisa. La capa no era problema, pero es mejor no llevarla por fuera. El calor derrite las lentejuelas y, si se atorase en una llanta, me podría ahorcar.
—Mi máscara es símbolo de justicia— intenté explicarle.—Más fácil es quitarme la cabeza. Los ánimos se calentaron, el aire se tensó. Entonces sucedió algo extraño: Otro de los policías, uno que sólo observaba, se acercó al que me detuvo y le dijo:
—Oiga, compañero, ¿no será éste de “los rudos”?
Mi inquisidor abrió grandes los ojos. Me dirigió una mirada y yo, satisfecho, asentí. Me dio mis llaves y sin más, se disculpó. Acomodé mi máscara, me sacudí el sudor, saqué la capa y retomé mi camino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario